¡No cabe duda que este es un tema que despierta una gran diversidad de opiniones! Mientras algunos declaramos con esperanza y entusiasmo que los jóvenes son el futuro del mundo, otros manifiestan su preocupación al saber que en sus manos se encuentra el mañana del planeta. Mucho se discute acerca de la pérdida de valores y la actitud apática y desinteresada de las nuevas generaciones. Y en medio de tal variedad de juicios, opiniones y expectativas, nos preguntamos si hay espacio para sentirnos optimistas.
Después de todo, basta con leer cualquier periódico, no sólo de nuestro país, sino del mundo entero, para advertir los grandes retos que afronta la juventud actual. Retos que van desde su visión sobre sus metas y futuro profesional, las presiones externas (peer pressure), y el estrés escolar, hasta situaciones relacionadas con la sexualidad, las drogas o el acoso escolar (bullying). De otros temas preferimos no hablar porque los vemos como un reflejo de nuestros propios fracasos; cuestiones como las profundas depresiones que muchos de ellos sufren, su incapacidad para afrontar el divorcio de sus padres, o el hecho que encuentren la vida tan dolorosa que opten por ver el suicidio como una opción.
Sin embargo, cuando vemos alguno de esos titulares en cualquiera de nuestros periódicos, la primera pregunta que viene a la mente es: ¿De quién es la culpa? Los padres culpan a las escuelas por no saber orientar a los jóvenes. Las escuelas responsabilizan a los padres por no estar más involucrados en la educación de sus hijos, y todos culpan a los medios, a la música o al cine por proyectar valores equívocos que han descarriado a la juventud. El problema de buscar culpables es que... ten la seguridad que siempre los vas a encontrar.
En lugar de preguntarnos de quién es la culpa, una mejor pregunta sería: ¿Qué podemos hacer para que nuestros jóvenes se conviertan en arquitectos de su propio éxito? Sin duda, este es el más importante de todos los retos que enfrenta la juventud, aceptar el 100% de la responsabilidad por su éxito.
Y este es un desafío en el cual todos podemos trabajar juntos. Los padres, comunicándose más con sus hijos —menos sermones y más ejemplo—; los profesores, entendiendo que su mayor prioridad es sacar a relucir el potencial que se encuentra en cada uno de sus estudiantes; y los jóvenes, entendiendo la gran enseñanza que encierra aquel sabio poema del gran escritor mejicano Amado Nervo, que lee en parte: “Porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino”. Si entendemos la profundidad de estas palabras, comprenderemos que sí hay muchas razones para sentirnos optimistas.
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